Clientes y empleados llenan de quejas las redes y las oficinas, mientras los medios transmiten la versión oficial
Redacción, 18 de febrero de 2022
La insaciable voracidad de CaixaBank se extiende a todos los rincones. Las quejas de clientes y empleados llenan las redes sociales y las oficinas, llegando a extremos hasta ahora desconocidos. Mientras tanto, el área de Comunicación, en manos del presidente Goirigolzarri, controla férreamente a los medios.
Usura, tarjetas revolving, desatención, maltrato, cierre de oficinas, presión insoportable sobre los trabajadores. Los modos de la entidad son groseros y descarados. Cuando se leen algunas de las historias que circulan en Twitter , o se repasan las reclamaciones que atienden las asociaciones de consumidores o los bufetes especializados, asalta la pregunta de si CaixaBank es una entidad financiera o si debe recibir un calificativo más próximo a las categorías contempladas en el código penal.
La publicidad manda
Sorprende que, salvo alguna excepción, esos casos no se vean ni se lean en los medios convencionales. Las secciones de economía de los periódicos mainstream no publican una palabra sobre los problemas de los clientes de CaixaBank, pero no hay en que no salgan informaciones extensas sobre alguna conferencia del presidente de la entidad dando lecciones de economía o del consejero delegado explicando lo bien que se están haciendo las cosas.
¿Por qué hay esta diferencia entre lo que publican los medios y lo que se lee en las redes? Una palabra lo explica todo: publicidad. Todos los medios están atiborrados de anuncios de CaixaBank, la estrella de Miró campa por todas las páginas -digitales o de papel- de la información escrita y abunda también en la radiofónica. Eso sin entrar en la enorme cantidad de foros y eventos que la entidad patrocina o impulsa a golpe de chequera.
Desde caixabankia.com estamos trabajando para conocer el presupuesto del que dispone la dirección de comunicación de CaixaBank que con tanto acierto dirige María Luisa Martínez, pero ya les anticipamos que se trata de una cantidad con muchos ceros.
Es el único modo de explicar que la diferencia entre la opinión pública y la opinión publicada sea tan opuesta.
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