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Redacción, 22 de septiembre de 2022
«El mío es solo un ejemplo más de la prepotencia y el desprecio que los directivos de esta empresa tienen hacia sus empleados».
Esta es una de tantas frases de uno de los muchos correos que están llegando a nuestra redacción para contarnos lo que está sucediendo en CaixaBank: los despidos disciplinarios como estrategia de gestión de recursos humanos.
El despido disciplinario como fórmula
No se trata de casos aislados. Un empleado del banco, que solo puede hablar desde el anonimato, lo explica con claridad:
«Estos señores [los directivos de CaixaBank] querían despedir a 8.700 empleados, pero la presión mediática y sindical lo dejó en 6.500… Pues se han inventado el despido disciplinario generalizado como fórmula y por cualquier cosa te mandan a la calle con el paro pero sin indemnización… Y si demandas, prepárate, porque ellos tienen abogados recursos e influencias para aburrirte».
«Las direcciones territoriales tienen como directivos a auténticos sabuesos que solo quieren llenarse los bolsillos», nos explica otro corresponsal. «Todo se basa en presiones y amenazas para vender a quien sea y como sea, solo para preservar tu puesto de trabajo, que te arrebatan cuando ellos quieren».
Indignación de los clientes
En paralelo a esta situación, que los sindicatos denuncian diariamente sin que se les haga mucho caso, la indignación de los clientes empieza a alcanzar cotas delirantes:
«CaixaBank no tiene suficiente personal para atender a los clientes en sus necesidades, pero sí lo tienen cuando te quieren vender un producto. Después de 45 años como clienta estoy muy decepcionada», nos cuenta una mujer mayor, desesperada por la falta de atención que se le brinda a través de cualquier canal del banco.
Y otro cliente nos dice: «Lo de la banca digital de CaixaBank es de traca… En mi vida he sufrido nada peor. Bueno sí, las oficinas físicas de Caixa Bank. Es insufrible».
Como si nada
Por supuesto, el Banco no se inmuta ante esta situación. El pasado día 14, Isidro Fainé anunció que el Grupo que preside (CaixaBank, Fundación la Caixa y Criteria) «afrontaba nuevas remodelaciones en su estructura y participadas» porque siempre se encontraba «en continua reconstrucción». Pero en su intervención no hablaba de empleados y clientes sino de cómo obtener más beneficios.
El Gobierno tampoco se da por aludido pese a que CaixaBank es el único banco español semipúblico, con el FROB como uno de sus máximos accionistas. Y no solo no parece querer irse sino que habla de aumentar su participación.
En cuanto al Banco de España, obligado a vigilar la calidad de los servicios bancarios de este país, ni está ni se le espera.
Menos mal que todo esto se cuenta en los medios influyentes. ¿O no?
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