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Varios bufetes advierten sobre las trampas de la tarjeta de CaixaBank

Redacción, 26 de enero de 2022

La tarjeta de débito MyCard, puesta en circulación recientemente por la nueva CaixaBank, está cargada de trampas y de irregularidades encaminadas a conseguir dinero de los clientes bajo la apariencia de un servicio inocuo y funcional. Así lo expone, por ejemplo, Sergio Nogués, del bufete Nogués Abogados, en un esclarecedor vídeo de su serie de Youtube Camino al Juzgado.

Además del abogado Nogués, son muchas las voces que se han alzado contra la nueva tarjeta. En primer lugar, porque los clientes procedentes de Bankia han sido obligados a hacerse con ella en sustitución de la que venían utilizando de su anterior entidad. Con algunas salvedades: ya no es gratuita como era la anterior, y los clientes habrán de pagar 36 euros al año por su mantenimiento. Pero además, se trata de una tarjeta muy compleja de uso, en la que cualquier error en su compleja utilización lleva aparejado incurrir en gastos no previstos que se convierten en beneficios de la entidad financiera.

My Card no es en realidad una tarjeta de débito, sino una tarjeta, al tiempo, de débito y de crédito. Cuando la entidad se la activa al cliente lo hace como tarjeta de crédito y es este el que cada vez que la utiliza tiene que especificar que desea utilizarla en la función de débito. Otra característica es que el cargo realizado no se refleja en la cuenta del cliente hasta 48 horas después de realizada la compra, de manera que o este está muy pendiente de cada movimiento o corre riesgo de creer que tiene saldo y cuando le llega el cargo quedar en descubierto e incurrir entonces en importantes gastos de morosidad e impago.

Dos infracciones en una sola tarjeta

La nueva tarjeta está pensada para que el cliente tenga que estar alerta con cada movimiento en un marco de complejidad legal que no está al alcance de cualquiera. Baste decir que el contrato que se suscribe al adquirir la tarjeta consta de 37 folios en apretada letra, que prácticamente nadie esta en condiciones de leerse ni entender.

Y este contrato no solo contiene trampas, sino, en opinión de expertos juristas, ilegalidades manifiestas. La más evidente es la que se refiere a las comisiones por aplazamiento de pagos. MyCard ofrece al respecto facilidades inusuales en una tarjeta bancaria convencional: el cliente puede aplazar el pago y transformarlo en cómodos plazos de varios meses por compras superiores a 40 euros. Una comodidad absoluta sin duda.

El problema es que los interés cargado por esos plazos llegan a alcanzar el 23% TAE, al estilo de las conocidas como tarjetas revolving, con el agravante de que el Tribunal Supremo ya estableció hace más de un año que los créditos con TAE superior al 20% deben ser calificado como “usura”. Es decir, MyCard comete dos infracciones graves: convierte en tarjeta revolving una modesta tarjeta de débito, y carga unos intereses que desoyen de manera manifiesta la doctrina del Tribunal Supremo.